jueves, 18 de noviembre de 2010

El enviado (Secretos II: de Estado)

Supongo que muchos de los que me conocéis ya sospechabais algo, aunque resultaba más fácil tacharme de raro. Si no dije nada antes, fue porque había prometido guardar el secreto. Pero mi marcha está próxima, y ya nada importa.

No nací en este planeta.

Fue como en las películas de ciencia ficción. Llegué hace diez años en una nave espacial, con la intención de establecer relaciones con los representantes de este planeta. Creía que la tarea no sería demasiado complicada, en mis investigaciones había visto que aunque no habíais entablado ningún contacto todavía, llevabais tiempo especulando sobre la posibilidad.

Pero no fue así. Nada más aterrizar intenté establecer contacto con las primeras personas que encontré, pero huyeron despavoridos. Durante las horas siguientes hice nuevos esfuerzos que resultaron vanos, parecía que se habían vuelto todos locos.

Poco más tarde llegó el ejército y me capturaron. Me interrogaron como a un delincuente, querían saber quién era, de dónde había venido y qué había venido a hacer. Les dije que quería ver a sus representantes para establecer relaciones. Creí que sería suficiente para que iniciaran las gestiones necesarias, pero no fue así.

Durante meses estuve confinado en un barracón de una base militar. Me hicieron mil pruebas, me pusieron mil veces al borde la muerte. Querían saberlo todo sobre mi organismo, pero no querían que yo mismo se lo explicase.

Por fin, tras casi un año encerrado, me llevaron ante un alto cargo del Gobierno. Creo que aún dudaban de mis auténticas intenciones, porque seguían estando muy a la defensiva. Tardé mucho en conseguir que me prestaran algo de atención.

Una vez que vieron que podían sacar mucho beneficio con la relación, empezaron a tratarme con el respeto que yo siempre les había prodigado. Empezamos las negociaciones. Y pronto llegó el obstáculo insalvable.

La relación no podía ser sólo entre dirigentes, tenía que ser completa. Todos los habitantes de ambos planetas tenían que ser conscientes y beneficiarse del intercambio.

No alcanzo a saber el motivo, pero para ellos era imprescindible mantener la relación en secreto. Nadie debía saber que había gente de otros mundos tan cerca. Puede que fuera por temor a perder su control sobre la gente, o quizás pensasen que no estabais preparados para aceptar que no sois el centro del universo. El caso es que mi presencia debía ser un secreto de Estado.

Viendo que era imposible, acepté quedarme en el planeta para poder estudiarlo, con la condición de ocultar mi auténtico origen.

Y así he estado los últimos siete años. Queriendo deciros quién soy, pero teniendo que mentir para mantener mi promesa.

Estoy cansado de tanta mentira. He decidido volver a casa. Pero antes de hacerlo, he querido acabar con este gran secreto, porque hasta que no seáis capaces de aceptar vuestro lugar en este universo, no podréis progresar como especie.

Aunque sinceramente, no creo que sirva para nada. Os conformáis con vuestra limitada visión, y no queréis descubrir todo lo maravilloso que hay ahí fuera.

2 comentarios:

Brujita dijo...

si ya decía yo que eras un pelajin rarillo xD

Mae dijo...

visión limitada... ??
Ya me gustaría que lo que cuentas fuese verdad, eje je,
Molaría eso de conocer a alguien del espacio exterior...

Besos..

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