lunes, 1 de noviembre de 2010

Alphabet Town: El rey V

Hace muchos, muchos años, en un paraje no muy lejos de aquí, había un lugar llamado Alphabet Town. Era un lugar de gente humilde, hospitalaria y muy sencilla. Tan sencilla, que como nombre usaban una sola letra.

Este país lo gobernaba un rey, el gran rey V. Tenía una nutrida corte, que tenían acceso directo al monarca para expresar sus ideas. El rey se jactaba de permitir que todos hablaran con total libertad, sin temor, fueran cuales fueran sus ideas.

Pero, ¡ay!, eso era lo que creía el pueblo. Los cortesanos sabían que sí, podían hablar, pero si las ideas que expresaban no coincidían plenamente con el pensamiento Real, jamás serían tenidas en cuenta, en el mejor de los casos. Porque en el peor, podía ocurrir lo que le pasó a L hacía ya tiempo.

Es cierto que las ideas de L eran opuestas a las del Rey V. También es cierto que expresaba sus ideas de un modo vehemente. Pero las expresaba con el convencimiento de que hacía lo que debía. Pero el Rey consideró que sus palabras suponían una traición y lo mandó decapitar.

Nada volvió a ser igual tras ese incidente. Los que tenían ideas similares al monarca no notaron ningún cambio, salvo quizás que las reuniones del Consejo eran más aburridas. En cambio, los que mantenían una visión distinta al Rey empezaron a vigilar mucho más sus palabras, e incluso comenzaron a callar, por miedo y por la inutilidad de sus comentarios.

Un mal día, el rey V ordenó empezar una guerra contra el reino colindante, porque decía que estaban preparando la invasión del reino. N, que hacía tiempo que no decía nada porque el rey pensaba que siempre estaba en un error, protestó, porque, habiendo nacido allí, conocía a los habitantes de ese reino, y sabía que esa supuesta invasión era inventada.

El rey creyó ver en esa disidencia una prueba de traición. A, otro disidente ante los ojos reales, le hizo ver que se equivocaba, que los informes de los espías no decían nada de invasiones. El rey tampoco le creyó.

Entonces llegó M a pedirle al rey que reflexionara. M era una persona muy cercana al monarca, siempre había estado a su lado. Se lo dijo creyendo que su amistad y sus años de servicio ayudarían a evitar el desastre. El rey V, lejos de reflexionar, tomó la declaración como una afrenta personal, una puñalada. Por ello la defenestró.

Ese fue el principio del fin. Otros consejeros, tradicionalmente cercanos al monarca, le pidieron a su Majestad que reconsiderase su postura, y sobre todo, que no podía apartar de su lado a quien siempre le había sido fiel.

El rey no escuchó razones. Cada llamada a la reflexión la veía como una afrenta, cada crítica como un intento de golpe de estado.

El rey se volvió loco. Algunos disidentes optaron por abandonar el reino, V desterró a otros. Sólo se quedaron aquellos que durante la discusión optaron por el silencio, y muy pocos más. Algunos se marcharon con profunda desazón, otros sabiendo que esto pasaría algún día.

El rey, sólo, dolido por la actitud de los traidores y seguido sólo por sus aduladores, continuó la guerra por su cuenta.

Y éste fue el final de Alphabet Town

1 comentarios:

Brujita dijo...

nada que decir....
Besos embrujados ( hace mucho que no usaba esa expresión)

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