lunes, 23 de febrero de 2009

El extraño

Un día más, aquel extraño entró en el café. Desde detrás de la barra, Ariencita le siguió con la mirada.

Llevaba viniendo un par de meses. Desde el primer día hacía siempre lo mismo, entraba por la puerta, daba un buenos dias casi ininteligible, se sentaba en una esquina de la barra, y pedía un café con hielo, aunque fuera hiciera un frío de mil demonios. Se lo bebía lentamente, saboreandolo, pensando en sus asuntos, y cuando acababa, pagaba y se marchaba con un inaudible "hasta luego".

Rara vez hablaba con nadie, no se metía en las conversaciones ajenas, y pocas veces le dirigían la palabra, pero siempre contestaba, amable pero con pocas palabras.

Cada día que pasaba Ariencita se sentía más intrigada... no sabía quién era ni qué hacía ahí. Preguntó al resto de clientes si sabían algo, pero le contestaron con pocos datos ciertos y muchos rumores, como que era un ex presidiario, que sufría mal de amores o una grave enfermedad.

Ese día, aquel hombre entró, dijo algo parecido a "buenos dias" y se fue hasta su sitio habitual. Pero Ariencita no hizo lo de siempre, sino que fue directamente a la máquina y empezó a hacer el café con hielo, sin preguntarle qué quería.

Cuando le dejó la taza de café y el vaso de hielo, él, un poco sorprendido y bastante halagado, la miró a los ojos.

Parecía tener unos treinta años, aunque por su andar un poco encorvado parecía algo mayor. El pelo, muy oscuro pero con unas canas prematuras. Y la mirada... oscura, muy oscura, tierna, triste, casi infantil. No, no infantil... desvalida.

La manera con que le dio las gracias con la mirada la desarmó. Pero no dijo nada, volvió a bajar la cabeza, y se bebió el café, más lentamente, más pensativo que de costumbre. Cuando lo terminó, dejó un billete de cinco euros en la barra. Medio minuto más tarde, Ariencita le dejó el plato con los cambios delante, él los cogió, contó las monedas y la miró con extrañeza. Ariencita sonreía. El dijo "muchas gracias", y se metió los cinco euros en monedas que ella le había dado, y se marchó.

Mientras se marchaba aquel extraño, Ariencita pensó que quizás, en unos pocos dias, podrían charlar amigablemente, hacerse compañía, ella había visto en sus ojos que él la necesitaba tanto como ella. Y puede que pasado un tiempo, pudieran llegar a llamarse amigos. Solo amigos, pero eso, para algunos, es más que suficiente.

4 comentarios:

Brujita dijo...

te aseguro que a veces más vale alquien aq uine de verdad puedas llmar "amigo" que quinc mil.... en fin...

Jenn dijo...

Me ha gustado mucho el relato, muy lindo. Estoy de acuerdo con las palabras de Brujita. Besos.

Txispas dijo...

precioso eingel, tendrías que escribir más a menudo...

por cierto, tienes un premio en mi blog, jeje

Jenn dijo...

JA JA JA JA (risa malvada). Tienes "otro" premi en mi blog... No me he podido resistir.

Publicar un comentario