viernes, 2 de enero de 2009

Trece horas y media

Días extraños son los del cambio de año. Desde que amanece el último día del año, tengo la sensación de vivir fuera del tiempo.

Como si el treinta y uno de diciembre ya no perteneciera al año que se va. Y como el año nuevo no ha entrado aún, parece que es un día sin año.

Quizás sea por eso por lo que nos da por plantearnos tantas cosas ese día: la magia atemporal nos brinda una jornada ideal tanto para pensar en el pasado como para plantearnos el futuro. Y es el culpable de nuestros balances y nuestras listas de propósitos.

Claro que sólo es una sensación. Aunque parezca que el tiempo se ha detenido, sigue avanzando. Es un día más: amanece, hay un mediodía y el sol (se vea o no) va cayendo hasta que el ocaso nos lleva a la noche, la cena de nochevieja y la medianoche.

A las doce de la noche las campanadas oficializan el cambio de año, Muchos vuelven a la tierra, ponen su reloj interno de nuevo en hora, parece que el mundo vuelve a funcionar y el continuo espacio-temporal estará a salvo de la autodestrucción al menos trescientos sesenta y cuatro días… pero no.

Para mí, las primeras horas del año nuevo son como las últimas del viejo. El mundo sigue atemporal, el corazón sigue latiendo a un ritmo distinto, como desentonando con el reloj.
Me meto en la fiesta, algo distante, porque parece que estoy en una burbuja. Después de algunas horas, me voy para mi casa y me voy a dormir.

Siempre me levanto temprano, El primero de enero, algo más tarde, pero no demasiado. Persiste la sensación que me embarga desde hace veinticuatro horas, incluso se amplifica un poco. Casi a cámara lenta, hago las primeras tareas del año, y a las once de la mañana me siento delante de la tele para ver, como es tradición en mi, el concierto de Año Nuevo.

Desde hace unos años me pierdo unos minutos, aproximadamente veinte minutos después del intermedio. Es el tiempo que tardo en llegar donde voy a comer. Cuando llego, enciendo el televisor, y veo el final del concierto.

El Danubio Azul y las palmas de la Marcha Radetzky ponen las cosas en su sitio, y, por fin, el tiempo vuelve a funcionar. Han pasado un poco más de trece horas y media del nuevo año.

3 comentarios:

Brujita dijo...

eres rarito hasta para eso... :P
Ale aguantarme un año más, jijiji, es loq ue hay ;)

:****

Diana entrebrochasypaletas dijo...

Feliz año... La verdad es que si lo miramos bien es una completa chorrada, no cambia nada en unas horas porque se empiece otro año más : )

Marta (Tuki) dijo...

Es cieto,el día 31 parece que no pertenece a ningún año,pobriño...
Me quedo con el gran Danubio

Un besazo

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