Allí estaba N’ra, observándome mientras aguardaba mi
respuesta. Por mucho que creyese que lo que estaba haciendo le daba poder
dentro del Clan, no era más que una embajadora a la que habían enviado a
hacerme el ofrecimiento.
—No puedes mantener tu postura mucho tiempo más
—continuó—. Quedáis muy pocos fuera del Clan. Me sorprendería que quedase
alguno al terminar el invierno.
—No cederemos. Nos mantendremos firmes —respondí.
N’ra suspiró.
—¿Tan seguro estás? El invierno será duro, y vuestras
fuerzas están muy menguadas. Los más jóvenes ansían una vida más cómoda,
mientras que los más viejos no sobrevivirán.
—Mi respuesta no cambia.
—Te estás quedando solo. Tu familia, tus amigos, todos
los que conociste un día están con nosotros. Ahora llevan una vida mejor. Tu
obcecación te perjudica.
—Repites los argumentos de siempre. —Me estaba
empezando a impacientar —. Así no conseguirás que cambie mi decisión.
N’ra sonrió, como si estuviera esperando esa
respuesta.
—Conozco el motivo por el que no quieres unirte a
nosotros. Crees que plegándote a nuestro gobierno vas a perder tu identidad.
Que perderás tu independencia, y pagarás las comodidades que te ofrecemos con
tu humanidad.
Guardé silencio, expectante.
—Has de saber —continuó—, que te equivocas. No pierdes
tu independencia, mucho menos tu humanidad. Ingresar en el Clan no anula tu
personalidad, ni te fundes en una masa informe de seres descerebrados. Seguirás
siendo igual. La única diferencia es que tu estómago estará más lleno y tu cama
más caliente.
Mantuve mi silencio. Aunque sonaba sincera, sabía que
estaba mintiendo, o, al menos, que no decía toda la verdad. Estaba convencido…
creo.
—¿Y bien? —cortó N’ra el largo silencio.
—No.
—Si me marcho, no nos volverás a ver. Ni a mi, ni a
nadie del Clan. Y los demás rebeldes aceptarán unirse a nosotros cuando
escuchen lo que te he dicho ahora. Te quedarás solo. Morirás solo.
—Mantengo mi respuesta.
—No insistiré más. Hasta siempre.
Suspiré mientras observaba a N’ra alejarse. No sabía
si la elección había sido correcta, o era un viejo intolerante que mantenía una
postura incomprensible por tozudez, pero la decisión ya era definitiva.
1 comentarios:
Elegir nunca es fácil. Da igual el tipo de elección que sea. Tomemos la decisión que tomemos siempre nos quedará la duda de si es la correcta. Hay que aceptar lo que sea con la mayor dignidad posible: si la acertamos, perfecto; si erramos… apechugamos con las consecuencias. No hay más.
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