Pablo era un niño muy juguetón. Recorría el bosque arriba y abajo, corriendo entre los árboles. Se subía a las ramas, cavaba en la tierra, reia, se lo pasaba muy bien.
Y hablaba. Hablaba con los animales, con los árboles. Hablaba con los insectos y las flores. Y no le importaba que no contestaran con palabras, él sabía que le escuchaban, y escuchaba sus respuestas con el corazón.
Un día, cansado de tanto jugar, se tumbó en el campo de tréboles. Miró hacia arriba, el sol le deslumbró. Cerró los ojos. Y se durmió.
Una voz chillona le despertó.
--Como eres un chico bueno, te concedo un deseo.
Abrió los ojos y sonrió. Era un duende
-- Pero ten cuidado, porque me tiene que parecer bien. Si pides algo malo, o me parece que pides demasiado, me marcharé sin concedertelo.
Pero realmente hoy no necesitaba nada, no quería nada. Así que decidió arriesgarse un poquito.
--Quiero un árbol. Pero quiero un árbol distinto... quiero un árbol del que salgan arcoiris.
El duende se quedó pensativo.
-- Vale, pero con la condicion de que tienes que cuidarlo. Porque es fragil y se romperá con facilidad.
-- Prometido.
Y se fue. Y al fondo apareció un árbol. Era un árbol de cristal. Transparente. El auténtico bosque se veía a traves suyo. Las ramas también eran de cristal, puro, fino, frágil.
Y el sol atravesaba esas ramas, dejaba asomar un pequeño arcoiris.
Pablo se entusiasmó. Fue corriendo hacia el árbol. Riendo, se agarró a una de sus ramas con la intención de subirse a ella...
Y la rama se rompió. Cayó al suelo, se hizo mil añicos. Pablo también cayó, y comenzó a llorar, no por la pequeña herida que se había hecho, sino porque había roto el árbol.
Cuando fue a casa, le contó a su mamá lo que había pasado. Pensaba que ella le regañaría, porque había roto algo hermoso y había roto la promesa al duende. Pero ella le secó las lágrimas.
-- Has roto una rama. Pero al árbol le quedan muchas más. Sigue siendo hermoso, y todavía crea arco iris. Y ahora sabes que es frágil de verdad, y sé que a partir de ahora lo cuidarás mucho, como le prometiste al duende.
Y Pablo demostró que había aprendido la lección, cuidando el árbol, queriéndolo, aunque nunca dejó de jugar con él, ni de admirar sus arco iris.
martes, 28 de abril de 2009
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10 comentarios:
Bonito relato. Cuan maravillosa el la fantasía... Besos.
Claro que lo recuerdo, ya hace casi 5 años de que lo escribiste y mas o menos el mismo tiempo que él lo escucho por primera vez. Mil gracias nuevamente.
Acabo de leérselo a quiero-quiero y su respuesta ha sido: "¿como sigue mami?" así que al pequeño experto en cuentos le ha encantado y a mí también, qué bonita historia y qué linda moraleja.
Me ha gustado.
Esperando el siguiente.
Un saludo.
precioso...
besines embrujados
Hay una frase del libro y película "Into the wild" ("Hacia rutas salvajes") que se me grabó:
"La fragilidad del cristal no implica debilidad"
Me he quedado con ese niño ;)
TUKI*
Hola!! ¿Qué es de tu vida? Luego se dice de mis ausencias, pero las tuyas también son amplias...
Espero leer pronto algo nuevo tuyo.
Besos ;)
ya renovaremos esto o que?
Oye, chulo de verdad
Gracias por mi cuento!! :D
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