jueves, 11 de diciembre de 2008

Toc, toc

Nunca fue su intención que la ausencia fuera tan larga. Ni siquiera llegó a despedirse, porque creía sinceramente que estaría de vuelta antes de que nadie se diese cuenta de su ausencia. Sólo pretendía tomar un poco el aire. Sólo hasta mañana.
Pero mañana siempre es mañana. Y ahora se encontraba ante una puerta avejentada. Esa misma puerta que en su mente todavía tenía el color de la madera fresca, y el olor del barniz reciente, había perdido casi todo su color, y tenía el aroma de lo viejo, lo abandonado.

Se metió la mano al bolsillo para sacar la llave. Jugó con ella, pasándola entre sus dedos, como había hecho diez mil veces desde que se marchó, pensando en las veces que había comprendido que había llegado el momento, pero retrasando lo inevitable un poco más.

Quería abrir la puerta, tenía que hacerlo, pero por algún extraño motivo, el palmo de distancia que había entre la llave y la cerradura parecía insalvable. Los centímetros eran kilómetros, los segundos, horas.

Por fin la llave entró en su lugar. Giró lentamente, haciendo saltar el pestillo de la cerradura. Sacó la llave, la metió nuevamente en su bolsillo, y agarró el pomo. Empujó.

Tantos años había oxidado las bisagras. La puerta se abrió poco a poco, quejándose por tener que hacer un trabajo que ya había olvidado cómo realizar.

Polvo, telarañas, suciedad. Abandono. Eso es lo que tenía ante su mirada. Muebles llenos de polvo, carcomidos, Avanzó muy despacio. Sus pies se hundían en el polvo, el suelo crujía, daba miedo adentrarse en ese lugar que un día llamó su hogar.

Pero había llegado hasta aquí, y tenía que hacerlo. Se dirigió hacia la escalera, la subió lentamente, tanteando cada peldaño por si había alguno podrido. Por fortuna, todos aguantaron su peso. Fue hacia la habitación del fondo, La puerta estaba cerrada, tal como la dejó.

Golpeó dos veces la puerta. Obviamente, nadie contestó. La abrió lentamente, asomó la cabeza y preguntó con algo de miedo si había alguien. Naturalmente, tampoco obtuvo respuesta. Se adentró en la estancia muy despacio, con miedo. Sabía que el miedo era absurdo, porque aquí no hay nadie. Los fantasmas están sólo en su cabeza.
Se dirigió a la ventana, la abrió con mucha dificultad. El polvo levantado por la corriente le hizo toser. Eso le devolvió a la realidad.

Tenía que limpiar la casa, arreglar el jardín y reparar lo que el tiempo había estropeado. Pero por hoy era suficiente.

Mañana sin falta comenzaría.

Mañana….

3 comentarios:

Brujita dijo...

y es q ese mañana parece tan cerca y está siempre tan lejos el condenado...
:**

Diana entrebrochasypaletas dijo...

Nunca hay que dejar las cosas para el mañana porque llega un día en el que ya no hay más mañanas o quizá mañana es demasiado tarde :)

dioni blasco dijo...

sea como sea me ha gustado leerte. un abrazo...

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